Naturaleza Mágica

Luces Misteriosas en el Molino 🌟 | 👻¿Fantasma o Magia? Descúbrelo con Tío Agustín y La Abuela

Las noches en el huerto de la abuela eran, por lo general, tranquilas y apacibles. El canto lejano de los grillos, el murmullo del viento entre los árboles y el suave crujir del viejo molino de viento Chicago Air Motor, componían una melodía que arrullaba a cualquiera. Pero esa noche, algo era distinto.

Play
Current Time 0:00
/
Duration Time 0:00
Remaining Time -0:00
Stream TypeLIVE
Loaded: 0%
Progress: 0%
0:00
Fullscreen
00:00
Mute
Playback Rate
  • 2x
  • 1.75x
  • 1.5x
  • 1.25x
  • 1x
  • 0.5x
1x
Subtitles
  • subtitles off
Captions
  • captions off
Chapters
  • Chapters

 

Sofía fue la primera en notarlo. Al asomarse por la ventana, vio unas luces titilantes cerca del molino, como si un par de ojos flotantes lo rodearan. Llamó a su hermano Tomás y juntos, miraron con asombro aquellas figuras que parecían danzar en el aire.

—¡Es un fantasma! —susurró Tomás, con los ojos abiertos como platos.

—¿Y si es el espíritu del molino? —añadió Sofía, un poco asustada.

Los dos corrieron hasta donde estaba Tío Agustín, que tocaba su guitarra bajo el árbol de moras. Al escucharlos, dejó el instrumento a un lado y frunció el ceño con una sonrisa divertida.

—¿Un fantasma en el molino? Eso sí que no me lo esperaba esta noche, dijo mientras se levantaba.

La Abuela, que venía saliendo con una taza de té, también escuchó la historia.

—Vengan, niños. Vamos todos a ver qué misterio es ese, —propuso ella con calma.

Juntos caminaron con linternas hacia el molino, que crujía suavemente con cada ráfaga de viento. Las luces seguían allí, moviéndose como si bailaran al ritmo del aire. Pero al acercarse un poco más, Tío Agustín soltó una carcajada.

—¡No es un fantasma, niños! ¡Son luciérnagas!

—¿Luciérnagas? —preguntó Sofía, acercándose con curiosidad.

—Así es —confirmó La Abuela—. Una familia entera, por lo que parece. Y mira cómo vuelan, ¡como si dibujaran formas en el aire!

Los niños observaron embelesados. Las pequeñas luces se unían en círculos, espirales y figuras que por momentos parecían una cara sonriente, una estrella o incluso el contorno del molino mismo.

—¡Por eso pensábamos que era un fantasma! —exclamó Tomás—. ¡Qué increíble!

Tío Agustín se agachó junto a ellos y murmuró:

—Las luciérnagas tienen un lenguaje especial con sus luces. A veces lo usan para comunicarse entre ellas. Tal vez esta familia está celebrando algo.

—¿Y si hacemos algo para protegerlas? —sugirió Sofía—. No quiero que nadie las asuste o intente alejarlas del molino.

La Abuela sonrió con ternura.

—Esa es una idea maravillosa. Podríamos poner un letrero que diga: “Hogar de luciérnagas. No molestar”.

Y así lo hicieron. Los niños, con la ayuda de Tío Agustín, pintaron un pequeño cartel que colocaron junto a la base del molino. También buscaron información en libros antiguos de la abuela sobre cómo cuidar ese tipo de insectos.

Al día siguiente, cuando el sol salió, los niños recorrieron el huerto con cuidado, descubriendo pequeñas luciérnagas, aún dormidas sobre las hojas y troncos. Les prepararon pequeños espacios con sombra, agua y flores para que se sintieran cómodas.

Desde aquella noche, las luces danzantes se convirtieron en un espectáculo nocturno en el huerto. Los niños invitaban a sus amigos, quienes venían con mantas para sentarse y observar el ballet de luciérnagas bajo las estrellas. Se volvió tradición escuchar historias contadas por La Abuela, mientras Tío Agustín tocaba su guitarra al ritmo del viento.

Y el viejo molino, en lugar de ser un lugar misterioso, se volvió el rincón más mágico del huerto.

Porque, como bien decía Tío Agustín, “A veces, los fantasmas no dan miedo. Solo están hechos de luz y alas pequeñas que quieren contar una historia brillante.

Si te ha gustado la historia, no dudes en suscribirte a nuestro sitio web y antes de irte, déjanos un comentario Eso nos alienta y nos impulsa a crear más y mejores historias para ti y tus niños. . Gracias por tu visita y que tengas un día bonito.

 

Tío Agustín y La Morera de los Secretos 🫐 | Cuento Educativo Infantil.

Bajo la luz dorada del amanecer, los niños del pueblo se reunían cerca del árbol de moras negras en el huerto de la abuela. Era un lugar mágico, no solo por las dulces moras que ofrecía, sino por los susurros misteriosos que emitían sus ramas cuando el viento soplaba. Aquella mañana, Tío Agustín, con su sombrero de alas rectas y la pajita de trigo entre los dientes, los esperaba bajo la sombra del árbol.

Play
Current Time 0:00
/
Duration Time 0:00
Remaining Time -0:00
Stream TypeLIVE
Loaded: 0%
Progress: 0%
0:00
Fullscreen
00:00
Mute
Playback Rate
  • 2x
  • 1.75x
  • 1.5x
  • 1.25x
  • 1x
  • 0.5x
1x
Subtitles
  • subtitles off
Captions
  • captions off
Chapters
  • Chapters

 

—¿Sabían ustedes que esta no es una morera común? —dijo Tío Agustín, su voz suave pero firme atrayendo toda la atención de los niños.

—¿Qué tiene de especial ? —preguntó Sofía, una niña de ojos grandes y curiosos.

Tío Agustín se inclinó hacia ellos, su bigote blanco brillando con la luz del sol.

—Este árbol guarda secretos antiguos, historias de los guardianes del bosque. Pero solo las revela a quienes tienen un corazón puro y están dispuestos a escuchar con el alma, no solo con los oídos.

Intrigados, los niños se sentaron en círculo alrededor del árbol. Tío Agustín colocó su mano callosa en el tronco de la morera y susurró unas palabras en voz baja. Las hojas comenzaron a moverse suavemente, aunque no había viento. De repente, una voz tenue y melodiosa emergió del árbol.

—Hubo una vez, hace muchos años, un guardián llamado Ramiro, un tejón valiente y honesto —narró la voz. Los niños intercambiaron miradas emocionadas mientras la historia cobraba vida—. Ramiro protegía el bosque con la ayuda de sus amigos, una familia de luciérnagas que iluminaban los caminos oscuros. Un día, un cazador llegó al bosque con malas intenciones. Ramiro, con su astucia y valor, evitó que el cazador causara daño, recordándole que la naturaleza no es un enemigo, sino un hogar.

—¿Y cómo lo hizo? —interrumpió Tomás, con los ojos brillando de emoción.

Tío Agustín sonrió y señaló una mora que comenzaba a brillar en el árbol.

—Cada lección aprendida hace que una mora brille, y así el árbol conserva los recuerdos —dijo—. Ramiro mostró al cazador la belleza del bosque, desde las luciérnagas danzando en la noche hasta los ríos cristalinos. Cuando el cazador comprendió, dejó su arco y sus flechas y se fue en paz.

Los niños escucharon atentamente, reflexionando sobre la historia. Al terminar, el árbol volvió a susurrar, pero esta vez las hojas parecían reír, como si celebraran la conexión creada entre los pequeños y los antiguos guardianes del bosque.

—¿Creen que también podemos ser guardianes del bosque tío? —preguntó Andrés, con una mora brillante en la mano.

Tío Agustín se agachó a su altura, su mirada cálida y firme.

—Claro que sí, Andrés. Ser un guardián no significa ser grande o fuerte. Significa ser honesto, cuidar a los demás y proteger lo que amas, como lo hizo Ramiro.

Con una sonrisa, los niños prometieron cuidar el bosque y respetar sus secretos. Mientras se alejaban del árbol, un suave viento sopló entre las ramas, como un agradecimiento por su compromiso.

Tío Agustín se levantó, ajustándose el sombrero y despidiéndose con un gesto amable.

—Gracias por acompañarnos hoy. Si les gustó esta historia, no olviden dejar un «Me Gusta», suscribirse al canal y darle a la campanita para que no se pierdan ninguna de nuestras aventuras. ¡Nos vemos en la próxima historia, bajo este árbol mágico!

Y con ese último susurro del viento, las hojas del árbol se movieron una vez más, despidiendo a los niños con su danza misteriosa.