migración

Lina la golondrina que no quería migrar

Hola. Quizás ya sabes que las golondrinas son unos pajaritos muy fuertes y hermosos que tienen la costumbre de viajar, cada año por muchos miles de kilómetros, desde el lugar donde nacen hasta otros lugares cálidos donde pasan el invierno. Esta historia es sobre Lina, una pequeña golondrina que no quería dejar a sus amigos, y les pidió a sus padres que le permitieran quedarse. ¿Quieres saber que sucedió después, cuando llegó el invierno?. ¡Vamos a verlo!.

Lina era una joven golondrina que vivía en un hermoso bosque, rodeada de árboles altos y un río cristalino. Había crecido allí junto a su familia, y cada año, cuando llegaba el otoño, las golondrinas comenzaban a prepararse para su gran migración hacia tierras más cálidas. Sin embargo, este año, algo había cambiado en Lina. Ella no quería irse.

 

“¿Por qué debemos irnos?”, preguntó Lina a su mamá. “Mis amigos están aquí, y no quiero dejar el bosque”.

Lina había hecho grandes amigos en el bosque. Jugaba cada día con Ardilla Nieve, que era una experta en recolectar nueces y construir nidos acogedores en las ramas más altas. También le gustaba conversar con el Búho Sabio, quien siempre tenía una historia fascinante que contar. Además, le encantaba ver las travesuras de los pequeños ratones que vivían cerca del río. La idea de dejar todo eso atrás llenaba a Lina de tristeza y temor.

“Entiendo cómo te sientes, Lina”, le dijo Papá Golondrina con una voz suave y comprensiva. “Nosotros también nos encariñamos con nuestros amigos del bosque. Pero migrar es parte de nuestra vida, es la forma en que nos mantenemos seguros y alimentados”.

A pesar de las palabras de su padre, Lina decidió quedarse. Pensaba que podría soportar el invierno en el bosque, siempre y cuando estuviera cerca de sus amigos. Papá y Mamá Golondrina la miraron con preocupación, pero respetaron su decisión y partieron con el resto del grupo.

Al principio, Lina estaba contenta de estar en el bosque. Disfrutó del silencio y la compañía de Ardilla Nieve, que le enseñó a guardar nueces en los huecos de los árboles y a buscar un lugar seguro para refugiarse. Sin embargo, a medida que los días se volvían más fríos y las hojas comenzaban a caer, Lina notó que muchos de sus amigos se estaban preparando para el largo invierno.

Ardilla Nieve se movía sin descanso, reuniendo todo lo que podía, y Búho Sabio le aconsejó buscar un refugio adecuado para protegerse de las tormentas. Lina empezó a sentir algo extraño: la soledad. El bosque ya no era tan animado como antes, y los animales que se quedaban parecían estar ocupados en sus propias tareas.

Un día, el viento sopló con más fuerza de lo habitual, y una fuerte tormenta de nieve sorprendió a Lina. Asustada, buscó refugio en un árbol hueco, pero el frío se colaba por todas partes y Lina se sintió más sola que nunca. En ese momento, se dio cuenta de que había subestimado la importancia de la migración.

“¿Qué hago ahora?”, pensó Lina mientras intentaba mantenerse caliente.

Fue entonces cuando el Búho Sabio apareció, posándose en una rama cercana. “Lina, a veces, quedarse no significa encontrar el hogar, sino enfrentar desafíos que no habías imaginado”, dijo el búho con voz calmada. “Es natural sentir miedo y no querer separarse de los seres queridos, pero migrar no significa dejar atrás, sino llevar contigo lo que realmente importa”.

Lina reflexionó sobre sus palabras y comenzó a comprender que su hogar no era solo el bosque, sino también su familia y la posibilidad de volver a ver a sus amigos. En poco tiempo, el invierno pasó, y un día cálido de primavera, la familia de Lina regresó al bosque.

Cuando la vieron, sus padres se acercaron rápidamente. “¡Lina!”, exclamaron con alegría.

Lina los recibió con un abrazo, sintiéndose más sabia y agradecida. Había aprendido una gran lección: las verdaderas amistades y los lazos familiares pueden mantenerse firmes a pesar de la distancia, y el hogar es algo que llevas en el corazón.

“Estoy lista para la próxima migración”, dijo Lina con una sonrisa. Papá y Mamá Golondrina intercambiaron una mirada de orgullo, y Lina voló junto a ellos, con el viento de primavera acariciando sus alas.