La Nube que se Perdió
La Nube que se Perdió 🌥️ | Un Cuento Infantil con Lección sobre la Libertad y el Hogar 🏡✨
Bajo el rbol de moras, Tío Agustín encendió su pipa de historias, como lo llamaban los niños, aunque esta vez tenía solo una pajita de trigo en lugar de humo. “¿Alguna vez han oído de la nube que se perdió?”, comenzó con voz grave, captando la atención de los pequeños.
Un día, una nube traviesa, cansada de flotar en el cielo infinito, miró hacia abajo y vio el huerto de la abuela lleno de colores y vida. «¡Qué lugar tan hermoso!», pensó, y decidió bajar a explorar. Poco a poco, descendió hasta quedar atrapada en las aspas del molino de viento. El molino, sorprendido, comenzó a girar con fuerza, pero no logró liberarla.
Cuando los niños del huerto notaron lo que sucedía, corrieron hacia el molino. «¡Nube, nube! ¿Qué haces aquí?», preguntó Lucía, la más valiente. La nube, con voz suave y algo avergonzada, respondió: «Estaba cansada de viajar y quería descansar. Pero ahora no sé cómo volver al cielo».
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Preocupados por la nube, los niños buscaron a Tío Agustín, quien conocía las historias de los vientos. “Debemos llamar al Viento del Norte”, dijo, “es el único lo suficientemente fuerte y sabio para ayudar”.
Con un poco de ingenio, los niños comenzaron a cantar una melodía especial que Tío Agustín les enseñó. Sus notas se elevaron como un susurro mágico hasta que el viento respondió. Apareció en un torbellino suave pero majestuoso, removiendo las hojas del huerto.
“Pequeña nube, tu hogar está en el cielo”, dijo el Viento del Norte con voz profunda. “¿Por qué abandonaste tu lugar?”
“Quería algo diferente”, admitió la nube, “pero no sabía que extrañaría tanto mi lugar entre las demás nubes”.
Con un soplido firme pero gentil, el Viento del Norte desenganchó a la nube del molino y la elevó de nuevo al cielo. Antes de irse, la nube agradeció a los niños y al viento. “Nunca olvidaré este huerto ni la lección que aprendí. El cielo es mi hogar, pero siempre llevaré este lugar en mi corazón”.
Esa noche, bajo la luz de las estrellas, los niños miraron al cielo y aseguraron que la nube, ahora de regreso entre las demás, les guiñó un ojo.
Tío Agustín, con una sonrisa y su ramita de trigo en la boca, concluyó: “Recuerden, pequeños, que todos tenemos un lugar especial en este mundo. Aprender a valorarlo es parte de nuestra aventura”.
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Cada vez que miren una nube en el cielo, piensen en la libertad y en lo importante que es valorar nuestro propio hogar. ¡Hasta la próxima aventura!