Cuentos para dormir

🌌El Viaje Invisible 🚀🌌 | Un Cuento del Tío Agustín para Entender el Universo con Calma y Fe

En una noche tranquila, bajo un cielo estrellado, los niños se reunieron con el Tío Agustín y la Abuela bajo el árbol de moras negras, junto al viejo molino Chicago Air Motor. El viento era suave, y la luna llena iluminaba todo con una luz plateada y serena.

 

—Tío Agustín, dijo Tomás, señalando el cielo. ¿Es cierto que estamos moviéndonos, aunque parezca que todo está quieto?

Tío Agustín sonrió, como quien ha estado esperando esa pregunta durante muchos años.

—Muchacho, no solo nos movemos. ¡Viajamos a una velocidad que ni te imaginas!, y se acomodó el sombrero. Esta Tierra gira sobre sí misma a más de mil seiscientos kilómetros por hora. Y al mismo tiempo, da vueltas alrededor del Sol a más de cien mil. Y eso no es todo, nuestro Sol, con todos sus planetas, ¡también gira alrededor de la galaxia! Y la galaxia, también viaja por el universo.

Los niños abrieron los ojos como platos. Sofía susurró:

—¿Y cómo es que no sentimos nada?.

—Porque todo lo que está aquí, gira con nosotros, respondió el Tío—. Es como estar dormido en un tren que va en la noche. Todo se mueve, pero tú estás tranquilo. Así es la creación de Dios, perfecta.

—¿Y si un día todo se acaba?, preguntó Sofía, con un poco de preocupación.

La Abuela, que tejía en silencio, levantó la vista y sonrió con ternura.

—Hijita, nuestra vida es como una mora: pequeña, dulce, y hermosa si se saborea a tiempo. No hay que temer al cielo ni a las estrellas. Hay que vivir con amor, hacer el bien, y confiar.

Tío Agustín asintió despacio, mirando al cielo.

—Nos preocupamos por muchas cosas, pero la verdad es que, aunque el universo se mueva y cambie, mientras estemos aquí, con las estrellas arriba, el árbol de moras, el molino girando, estamos bien. Porque estos movimientos están dentro del tiempo de Dios. Y ese, es un tiempo perfecto.

En ese instante, como si el universo quisiera decir, “amén”, una estrella fugaz cruzó el cielo.

Los niños se quedaron en silencio.
Tío Agustín y la Abuela también.

Y por un momento, todos supieron que ese pequeño rincón del mundo estaba en paz.

Un Cuento de Amistad y Solidaridad 🌟 | La Gran Carrera de Bicicletas 🚲

La siguiente historia, consideramos que es apropiada para niños y niñas en edades entre los 7 a los 10 años.

En el pequeño Pueblo Encantado, donde los días eran soleados y las noches brillaban con luciérnagas, los niños descubrieron una noticia preocupante: la familia Gómez, muy querida en el pueblo, estaba atravesando dificultades económicas. Sofía, una niña enérgica y apasionada por las bicicletas, tuvo una gran idea.

 

—¿Y si organizamos una carrera de bicicletas para recaudar fondos y ayudar a la familia Gómez? —propuso Sofía a sus amigos.

Tomás, siempre creativo, se emocionó.
—¡Yo puedo hacer los carteles y las señalizaciones!

Carla, experta en mecánica, asintió.
—Repararé las bicicletas viejas para que todos puedan participar.

Lucas, un niño tímido pero muy solidario, añadió:
—Yo puedo vender limonada durante la carrera para recaudar más fondos.

Pronto, todo el pueblo estaba involucrado en los preparativos. Tomás diseñó coloridos carteles con dibujos de bicicletas y globos, mientras Carla trabajaba en su pequeño taller reparando ruedas y ajustando frenos. Lucas montó un puesto de limonada decorado con flores, y Sofía recorrió el pueblo animando a todos a participar.

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El gran día llegó. Los niños se reunieron en la plaza principal, donde se había trazado el circuito de la carrera. Las bicicletas brillaban al sol, y el ambiente estaba lleno de emoción. Adultos y niños se alinearon para animar. Antes de comenzar, Sofía levantó la voz:
—Hoy no se trata de quién gane. Se trata de que juntos podemos marcar la diferencia.

La carrera comenzó con risas y entusiasmo. Cada niño tenía su estilo único: Tomás era rápido pero torpe en las curvas, Carla avanzaba con precisión, y Sofía pedaleaba con energía, alentando a los demás. Lucas, que no se sentía listo para competir, decidió acompañar el evento desde su puesto de limonada, animando a los corredores con una gran sonrisa.

En medio de la carrera, una rueda de la bicicleta de Tomás se pinchó. Él intentó arreglarla, pero no podía solo. Sofía se detuvo al verlo.
—¡No te preocupes, te ayudaré! —exclamó.

Pronto, Carla también se detuvo para ayudar. Los tres, trabajando juntos, lograron reparar la rueda. Aunque perdieron tiempo, se reincorporaron a la carrera con más ánimo que nunca.

Al llegar a la meta, los aplausos resonaron por todo el pueblo. Nadie hablaba de quién ganó o perdió; todos celebraban el esfuerzo y la unión. Cuando sumaron los fondos recaudados, se dieron cuenta de que habían superado sus expectativas. La familia Gómez, emocionada, agradeció con lágrimas en los ojos.

—No sabemos cómo agradecerles. Su generosidad significa todo para nosotros.

Esa noche, el Pueblo Encantado brilló más que nunca. Los niños, exhaustos pero felices, reflexionaron sobre lo que habían logrado.

—La verdadera victoria fue trabajar juntos para ayudar a alguien más —dijo Sofía.

Desde entonces, la carrera de bicicletas se convirtió en una tradición anual en el pueblo, recordando a todos que la solidaridad y la perseverancia son las ruedas que mueven los corazones.