cuentos animados.
¿Quién Era Realmente Don Ezequiel? Los Niños Descubrieron la Verdad en su Taller 
Acom��dense bien, niños, porque hoy les contaré algo que pocos en este pueblo saben. Es la historia de un hombre que, como este molino de viento que ven girar, siempre estuvo en movimiento, ayudando a otros sin que nadie lo notara.
Era un día como este, con el sol brillando fuerte y el viento jugando entre las hojas del árbol de moras. Ustedes, revoltosos como siempre, andaban corriendo cerca del molino cuando, sin querer, rompieron una de mis sillas. ¿Lo recuerdan?.
¡Ay, Tío Agustín!, dijeron algunos de los niños con carítas de preocupación—. ¡No fue nuestra intención!
Claro, los niños siempre andan haciendo travesuras. Pero en lugar de enojarme, les propuse una solución:
Fuimos con don Ezequiel. Él sabe más de madera que nadie.
Sus caras cambiaron en ese momento recordando eso de la silla rota. . Don Ezequiel no era alguien con quien quisieran tratar. Es un viejo, callado y con cara de pocos amigos, se dice que nadie lo ha visto sonreír en años.
Cuando llegámos a su carpintería, él nos miró de reojo y gruñó:
¿Y ahora qué quieren?
Le conté lo que había pasado con la silla, y él, después de examinarla, dijo:
Puedo arreglarla… pero estos muchachos van a ayudarme.
Así que ahí se quedaron ustedes, con las manos llenas de aserrín, aprendiendo a lijar y a unir las piezas, pero mientras trabajaban, yo vi algo interesante: sus ojos empezaron a recorrer el taller.
Allí, entre serruchos y tablas, había cosas que no esperaban ver: una cuna nueva esperando ser entregada, una mesa reparada con esmero, y en un rincón, una caja llena de juguetes tallados a mano.
¿Para quien son todos estos juguetes? —preguntó Sofía.
Don Ezequiel suspiró, como si la pregunta lo sorprendiera.
Cuando alguien los necesita, se los doy, respondió sin más.
Y entonces lo entendieron. Ustedes recordaron al niño que recibió un caballito de madera cuando su familia perdió todo en un incendio, o a doña Marta, que de la nada tuvo una puerta nueva después de la tormenta.
¿Fue usted?, preguntó Tomás al viejo carpintero, con los ojos bien abiertos.
Él solo asintió y siguió lijando la silla, como si no fuera algo importante.
Esa tarde, cuando terminaron, no solo llevaron de regreso una silla bien reparada, sino un secreto que antes nadie había sabido ver: el hombre serio y callado del pueblo había pasado su vida ayudando a todos en silencio.
Así fue como don Ezequiel, el viejo carpintero gruñón, se convirtió en alguien inolvidable en este pueblo.
Y eso, muchachos, es algo que nunca deben olvidar: a veces, las personas que parecen más distantes, son las que más han dado sin esperar nada a cambio.
Y así es la vida niños, dijo Tío Agustín mientras el viento jugaba con las hojas del árbol. A veces, los corazones más grandes son los que menos ruido hacen.
El molino de viento giró lentamente, como si también asintiera a sus palabras. Los niños se quedaron en silencio, mirando hacia la carpintería de don Ezequiel a lo lejos, como si de pronto la vieran con otros ojos.
Ahora, vayan y piensen en lo que hoy han aprendido, continuó tío Agustin. Y la próxima vez que pasen frente a alguien que parece serio y callado, recuerden que detrás de cada par de manos arrugadas, hay una historia esperando ser descubierta.
Se inclinó hacia adelante, palmeó su vieja silla, la misma que habían roto y con una sonrisa cómplice, agregó:
Y no se olviden de saludar a don Ezequiel.
Los niños rieron suavemente, y uno a uno, se levantaron para volver a casa. Pero algo había cambiado en ellos. Esa tarde, sus pasos eran más pausados, como si en sus corazones hubieran aprendido algo más valioso que solo reparar una silla.
Y Tío Agustín, con el molino girando a sus espaldas y el árbol de moras susurrando con el viento, los vio alejarse con una satisfacción tranquila, sabiendo que otra experiencia había cumplido su propósito.
Historias del Tío Agustín para Niños
| El Molino y los Cuatro Vientos 
Era una tarde tranquila en el huerto de la abuela, con el sol acariciando las hojas del árbol de morera. Bajo su sombra, los niños se reunieron alrededor del tío Agustín, que estaba despejando su paja de trigo mientras observaba el molino de viento Chicago Air Motor. Éste, como siempre, giraba con gracia al ritmo del viento. Pero esa tarde, algo especial sucedió.
El molino de viento comenzó a girar más rápido de lo habitual, y con cada cambio de dirección, sus aspas emitían un suave susurro. “¿Lo escuchan?”, preguntó el tío Agustín con una sonrisa. “Hoy el molino de viento quiere contarnos historias de los cuatro vientos”.
Los niños, intrigados, se acercaron, atentos a las palabras de su tío. “Cada viento trae consigo una historia, y si prestamos atención, podemos aprender de ellas”.
El viento del norte: La leyenda del coraje.
El primer giro trajo consigo el viento del norte, cuya voz era fuerte y firme. El molino contaba la historia de un joven oso polar llamado Arctic, que tuvo que atravesar un desierto de hielo para salvar a su familia atrapada en una cueva congelada. Con valentía enfrentó tormentas y peligros, aprendiendo que el coraje y el valor no son la ausencia de miedo, sino la capacidad de seguir adelante a pesar de él.
El viento del sur: El cuento del amor.
El molino volvió a girar, y esta vez fue el viento del sur quien habló en un tono cálido y melodioso. Era la historia de una colibrí llamada Lila que volaba incansablemente entre flores para encontrar la medicina que salvaría a su compañero enfermo. Su amor y dedicación demostraron que el verdadero amor está en los actos desinteresados.
El viento del este: La fábula de la sabiduría.
Cuando el viento del este tomó el control, su voz era tranquila y reflexiva. Contó la fábula de un viejo búho llamado Orión, que enseñó a los animales del bosque a trabajar juntos para resolver un problema que ninguno podía enfrentar solo. Los niños aprendieron que la sabiduría no se encuentra en saberlo todo, sino en saber escuchar y colaborar.
El viento del oeste: La aventura de la perseverancia.
Finalmente, el molino giró hacia el oeste y su susurro vibró con energía. El viento contó la historia de un pequeño zorro llamado Céfiro, que cruzó montañas y valles para encontrar un hogar para su familia. A pesar de los obstáculos, nunca se rindió, demostrando que la perseverancia es la clave del éxito.
Cuando el molino dejó de girar, el tío Agustín miró a los niños. “Cada viento nos ha traído una lección importante: valor, amor, sabiduría y perseverancia. Son historias que debemos guardar en nuestros corazones”.
Inspirados, los niños miraron el molino con nuevos ojos, agradecidos por las historias que el viento había traído.
“Espero que hayan disfrutado de esta historia, mis amados niños”, dijo el tío Agustín con una sonrisa. “Si les gustó, no olviden dejar un ‘Me gusta’, suscribirse al canal y darle a la campanita para no perderse ninguna de nuestras próximas aventuras. ¡Nos vemos en la próxima historia bajo la morera!”