conciencia
✅ “¿Por Qué el Mundo Está Como Está? 🌎🤔 | Una Verdad Que los Niños Pueden Comprender”🌎
La tarde caa lenta sobre el huerto de la Abuela María. El molino de viento giraba despacio, empujado por una brisa suave que parecía traer murmullos de muy, muy lejos. Bajo el árbol de moras negras, como cada atardecer, Tío Agustín se sentó en su banco de madera con la ramita de mora en la boca. A su lado, la Abuela tejía con paciencia, su delantal manchado de la cosecha del día.
Los niños llegaron corriendo. Tomás, Sofía y Mateo traían las mejillas coloradas del juego, pero algo en sus ojos decía que venían con preguntas más grandes que el huerto.
—Tío Agustín —dijo Sofía, aún agitada—, en la escuela la maestra habló de los problemas del mundo. Del agua, del clima, de los animales que desaparecen… ¿de verdad todo eso está pasando?
El viejo levantó la vista al cielo, que ya se empezaba a llenar de estrellas, y suspiró.
—Sí. Está pasando… y ustedes lo van a ver con sus propios ojos. El mundo de ustedes será distinto al que nos tocó a nosotros.
—¿Pero por qué, Tío? —preguntó Mateo— ¿Por qué si hay tantas cosas bonitas, también hay tantas cosas malas?
La Abuela dejó de tejer y miró a los niños con ternura.
Porque, mis niños… la humanidad aún es muy joven. Apenas estamos aprendiendo a vivir juntos sin hacernos daño.
Tío Agustín asintió.
—Miren, si la historia de la Tierra fuera un solo año… nosotros, los humanos, apareceríamos en los últimos minutos del 31 de diciembre. Somos una especie nueva, todavía estamos creciendo. Y como todo niño, cometemos muchos errores.
—¿Errores como pelear? —preguntó Tomás.
—Exactamente —dijo el Tío—. Peleamos por agua, por tierra, por ideas. Pensamos mucho en el yo, y muy poco en el nosotros. Y ese es el verdadero problema: creemos que estamos solos, pero en realidad estamos todos en el mismo barco.
—¿Y qué pasará cuando seamos grandes? —Sofía se sentó más cerca de la Abuela.
—Tendrán que tomar decisiones —dijo ella—. Decidir si quieren seguir por el camino del egoísmo, o caminar juntos, como hermanos. Tendrán que cuidar el agua, la tierra, y también cuidarse entre ustedes.
—Pero nosotros somos niños… —dijo Mateo con un poco de miedo.
—Y eso es lo más hermoso —respondió Tío Agustín—. Porque los niños pueden cambiar el mundo. No están llenos de ideas fijas ni de miedo. Ustedes pueden aprender a compartir, a escuchar, a pensar en los demás.
—¿Y si nadie más quiere cambiar? —preguntó Tomás.
El molino giró suavemente, como si respondiera con su canto metálico.
—Entonces ustedes serán como ese molino —dijo el Tío—. Aunque el mundo no cambie de inmediato, ustedes seguirán girando, trayendo agua a la tierra, refrescando corazones. Uno por uno. Como la brisa que empieza leve, y un día se convierte en viento que lo cambia todo.
La Abuela sonrió.
—Los problemas del mundo no se resuelven solo con tecnología ni con fuerza. Se resuelven con conciencia y con amor. Y la conciencia empieza cuando dejamos de pensar en “yo” y empezamos a pensar en “nosotros”.
Los niños guardaron silencio.
El cielo se estaba cubriendo de estrellas.
Y en ese instante, bajo el árbol de moras negras, entendieron que no eran pequeños.
Eran parte de algo más grande.
Eran la semilla del “nuevo nosotros”.