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Mi TÃo AgustÃn y la Princesa Casilda: Una Historia de Gigantes, Enanos y Amistad 🌟✨
Bajo la sombra del frondoso árbol de moras negras, Mi TÃo AgustÃn se acomodó su sombrero de alas rectas y encendió su cigarro, dejando que una nube de humo flotara en el aire. Sus bigotes amarillentos temblaron cuando esbozó una sonrisa. Los niños, sentados en el pasto, lo miraban con ojos llenos de curiosidad.
«Hoy les contaré algo que ocurrió en un lugar muy, pero muy lejano», empezó. «En una ciudad roja habitaban los gigantes rojos, orgullosos y apasionados. La princesa Casilda, era la joya de su pueblo, siempre vestida de carmesÃ, con una corona que brillaba como el fuego. Cerca de allÃ, en una ciudad completamente verde, vivÃan los gigantes verdes, pacÃficos y trabajadores, siempre ocupados cultivando sus campos y adornando sus hogares con esmeraldas de las montañas vecinas.»
El TÃo AgustÃn hizo una pausa, dejando que el humo de su cigarro dibujara cÃrculos en el aire, y continuó.
«Un dÃa, el palacio rojo despertó con un terrible alboroto. Casilda habÃa desaparecido. Los gigantes rojos no dudaron en culpar a los gigantes verdes. ‘¡Ellos la han raptado!’ gritaban furiosos. Y los gigantes verdes, confundidos y ofendidos, negaban una y otra vez. Pero las tensiones crecieron, y parecÃa que ambos pueblos iban a enfrentarse.»
Los niños contenÃan el aliento mientras TÃo AgustÃn seguÃa con su historia. «Pero resulta que la princesa no estaba ni en la ciudad roja ni en la verde. HabÃa sido invitada por los enanos morados, unos personajes diminutos pero muy alegres, que vivÃan en un valle escondido. Los enanos querÃan compartir con Casilda su famosa fiesta anual, llena de comida deliciosa y música encantadora. Casilda, fascinada por la hospitalidad de los enanos y enamorada de su comida morada, decidió quedarse más tiempo del planeado.»
Los niños rieron al imaginar a la princesa en una fiesta rodeada de enanos danzantes. Mi TÃo AgustÃn, con una sonrisa pÃcaramente oculta tras sus bigotes, continuó: «Mientras tanto, los gigantes rojos y verdes, ya cansados de las discusiones, decidieron buscar juntos a Casilda. Cuando finalmente llegaron al valle de los enanos, lo que encontraron los dejó sin palabras. La princesa estaba feliz, con los dedos manchados de jugo de mora y bailando al ritmo de los tambores morados. ‘¿Por qué deberÃa regresar?’ preguntó. ‘¡Aquà la comida es deliciosa, y todos son tan alegres!'»
TÃo AgustÃn dejó escapar una carcajada y dijo: «Al principio, los gigantes se sintieron ofendidos. Pero luego, los enanos les ofrecieron probar su festÃn. Era imposible resistirse. Pronto, todos estaban bailando y comiendo juntos. Gigantes rojos, verdes y los pequeños enanos morados olvidaron sus diferencias y, desde ese dÃa, celebraron la Fiesta de las Tres Ciudades cada año, donde compartÃan risas, historias y, claro, la famosa comida morada.»
Apagando su cigarro en la tierra, TÃo AgustÃn concluyó: «Y asÃ, mis pequeños, aprendieron que las diferencias no deben separarnos, sino unirnos. Porque, al final, la vida sabe mejor cuando se comparte.»
Los niños aplaudieron, pidiendo otra historia. Pero el TÃo AgustÃn solo sonrió, poniéndose su sombrero. «Eso será mañana», dijo, dejando que el crepúsculo tiñera el cielo de morado, como la magia de los enanos.
La Historia de Tina la Ardilla y las Consecuencias de la Codicia
La codicia como todas los sentimientos negativos siempre nos hacen cometer muy graves errores. En esta historia, te quiero mostrar un breve ejemplo. Espero que te guste.
En el tranquilo bosque de Robledal, los animales siempre se preparaban para el invierno recolectando comida juntos. Entre ellos vivÃa Tina, una ardilla conocida por su habilidad para recolectar nueces rápidamente, pero también por su gran defecto: la codicia. Tina solo pensaba en acumular tantas nueces como fuera posible para ella misma, sin considerar las necesidades de los demás.
Mientras el otoño avanzaba, todos los animales del bosque trabajaban arduamente. Rita, la ardilla voladora, compartÃa sus nueces con los demás, recordando que el trabajo en equipo es la clave para sobrevivir. Omar, el ratón de campo, recolectaba nueces para su numerosa familia, pero siempre dejaba algunas para que otros las encontraran. Paco, el pájaro carpintero, escondÃa nueces en las grietas de los árboles y compartÃa con quienes no podÃan recolectar tanto. Félix, el topo, ayudaba a todos a almacenar sus provisiones en túneles subterráneos seguros.
Tina, por otro lado, estaba decidida a quedarse con todas las nueces que encontraba. Ignoraba a sus amigos cuando le pedÃan que compartiera y se reÃa de ellos por no ser tan «previsores». Guardaba cada nuez en un escondite secreto, convencida de que mientras más nueces tuviera, más segura estarÃa durante el invierno.
El invierno llegó con una tormenta de nieve inesperada y feroz. Las temperaturas bajaron tanto que los árboles quedaron cubiertos de hielo, y las nueces que quedaban se congelaron. Los animales del bosque, acostumbrados a compartir, empezaron a repartir lo que tenÃan, pero pronto las provisiones comenzaron a escasear. Rita, Omar, Paco y Félix se dieron cuenta de que necesitarÃan más alimentos para sobrevivir.
Desesperados, decidieron pedir ayuda a Tina, sabiendo que habÃa recolectado muchas nueces. Sin embargo, cuando le pidieron que compartiera, Tina se negó rotundamente, argumentando que habÃa trabajado duro para recolectarlas y que necesitaba asegurar su propia supervivencia. Los demás animales se sintieron decepcionados, pero no tenÃan más remedio que seguir buscando comida.
Con el paso de las semanas, la situación se volvió crÃtica. Las provisiones se agotaron, y algunos animales comenzaron a enfermar por el frÃo y la falta de comida. Omar y su familia, especialmente, sufrieron mucho. Paco ya no podÃa encontrar más nueces, y Félix se quedó sin opciones bajo tierra. Mientras tanto, Tina se mantenÃa bien alimentada en su escondite, pero empezó a sentirse sola. PodÃa escuchar a los demás animales afuera, sufriendo y buscando desesperadamente comida.
Una noche, mientras escuchaba sus lamentos, Tina se dio cuenta de la gravedad de la situación. Aunque tenÃa suficientes nueces para ella, empezó a comprender el impacto de su codicia. Sintió una oleada de culpa y decidió salir a hablar con sus amigos. Cuando los vio, notó lo débiles y tristes que estaban. Rita la miró con tristeza, Omar no tenÃa fuerzas para saludarla, Paco estaba buscando desesperadamente comida, y Félix, normalmente alegre, estaba abatido.
Con lágrimas en los ojos, Tina confesó su error y les mostró su escondite secreto lleno de nueces. Invitó a todos a compartir sus provisiones. A pesar del sufrimiento causado, los animales la perdonaron, comprendiendo que Tina habÃa aprendido una valiosa lección. Juntos, llevaron las nueces de Tina al centro del bosque y las compartieron equitativamente.
Gracias a la generosidad tardÃa de Tina, los animales lograron sobrevivir hasta la primavera. Tina aprendió que la verdadera riqueza no está en acumular, sino en compartir y cuidar a los demás. Desde ese dÃa, se convirtió en una ardilla generosa, conocida no solo por ser rápida recolectando nueces, sino por tener un gran corazón.
El invierno terminó y el bosque floreció de nuevo, y Tina, junto a sus amigos, celebró la llegada de la primavera con una gran fiesta. HabÃa aprendido que la codicia solo lleva a la soledad, pero la generosidad trae alegrÃa y amistad duradera.