amistad y confianza

😱 ¡Algo Extraño Pasó en el Bosque Encantado! 🌿 Un Cuento Infantil que No Puedes Perderte

En el corazn del bosque encantado, donde los árboles susurraban secretos y el arroyo cantaba dulces melodías, la paz y la armonía reinaban entre los animales y los niños. Sin embargo, un día, una oscura sombra apareció entre los troncos centenarios. Su nombre era Sombrío, un astuto zorro negro de mirada penetrante y palabras envenenadas.

 

Sombrío no atacaba con garras ni colmillos, sino con mentiras y rumores. Con su voz melosa, susurraba dudas en los oídos de los animales: «El búho se cree más sabio que todos», «Los conejos acaparan la mejor comida», «Los ciervos no quieren compartir el claro». Pronto, la desconfianza se extendió como hiedra venenosa, y la alegría del bosque comenzó a desvanecerse.

Los niños, que solían jugar entre los árboles y aprender de los animales, notaron la tristeza en el ambiente. Fue entonces cuando corrieron a buscar a Tío Agustín, el viejo narrador de historias que siempre tenía una solución para todo.

Sentado bajo su árbol de moras, Tío Agustín los escuchó con atención y acarició su bigote pensativo. «Cuando alguien siembra discordia, hay que arrancar la raíz del problema sin usar violencia», dijo con su voz serena. «Vamos a devolverle al bosque lo que Sombrío le ha robado: la confianza y la amistad».

Con astucia, los niños idearon un plan. Organizaron una gran reunión en el claro y, uno por uno, cada animal compartió lo que había escuchado. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que Sombrío los había engañado a todos. Con risas y abrazos, entendieron que la unión era más fuerte que cualquier mentira.

Sombrío, al ver que su plan fracasaba, intentó sembrar más dudas, pero nadie le creyó. Desenmascarado, el zorro negro comprendió que en un bosque donde reinaba la verdad, sus artimañas no tenían poder. Sin enemigos ni seguidores, se marchó con la cola entre las patas.

El bosque recuperó su alegría, y los niños aprendieron una valiosa lección: las palabras pueden construir o destruir, y cuando se usan con sabiduría, pueden vencer incluso a la oscuridad más profunda.

Tío Agustín sonrió satisfecho y, con su ramita de moras en la boca, dijo: «Y así, muchachos, la armonía volvió a nuestro querido bosque encantado».

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