El rbol de los Deseos y la Lección de la Envidia
¿Qué te parece si hoy te cuento sobre Lucas el zorro envidioso? Vamos a ver lo que pasaba en el bosque encantado.
En un bosque encantado, vivían muchos animales felices, entre ellos Sofía la Cierva, conocida por su generosidad y alegría. Sofía siempre estaba contenta con lo que tenía y ayudaba a los demás. En el mismo bosque, vivía Lucas el Zorro, quien siempre envidiaba lo que los otros animales poseían.
Un día, mientras exploraba el bosque, Lucas descubrió un árbol mágico con hojas doradas y resplandecientes. Era el famoso Árbol de los Deseos. La leyenda decía que el árbol podía conceder cualquier deseo, pero siempre con una lección detrás. Sin pensarlo dos veces, Lucas se acercó y pidió su primer deseo.
“Quiero ser tan rápido como el conejo,” dijo Lucas. De inmediato, sintió un cosquilleo en sus patas y, al instante, podía correr a una velocidad increíble. Al principio, disfrutó su nueva habilidad, pero pronto se dio cuenta de que su velocidad le hacía difícil detenerse y muchas veces chocaba contra los árboles y las rocas, causando problemas.
No satisfecho, Lucas regresó al Árbol de los Deseos. “Quiero tener alas como el halcón,” pidió. Al instante, le crecieron grandes y majestuosas alas. Volar era maravilloso, pero pronto se dio cuenta de que sus nuevas alas eran difíciles de manejar y muchas veces se enredaban en las ramas y arbustos del bosque.
Aún insatisfecho, Lucas volvió una vez más al Árbol de los Deseos. “Quiero ser tan fuerte como el oso,” dijo. Sintió una oleada de poder recorrer su cuerpo, y se volvió increíblemente fuerte. Sin embargo, su nueva fuerza le hacía torpe y accidentalmente rompía cosas y asustaba a los otros animales del bosque.
Con cada nuevo deseo, Lucas se sentía más infeliz. Un día, mientras se lamentaba cerca del Árbol de los Deseos, Ana la Búho, quien había estado observando todo desde su árbol, decidió intervenir. “Lucas,” dijo con voz sabia, “¿has notado que cada deseo que has pedido no te ha traído felicidad, sino más problemas?”
Lucas bajó la cabeza avergonzado. “Sólo quería ser como los otros animales,” dijo. “Pero nada de lo que he deseado me ha hecho feliz.”
Ana la Búho le explicó que la verdadera felicidad no viene de desear lo que otros tienen, sino de apreciar lo que uno mismo posee. “El Árbol de los Deseos puede revertir tus deseos, Lucas, pero debes aprender a ser agradecido y dejar de envidiar a los demás.”
Lucas reflexionó sobre las palabras de Ana. Con el corazón arrepentido, se acercó al Árbol de los Deseos una última vez. “Por favor, Árbol de los Deseos, quiero ser yo mismo otra vez. Prometo ser agradecido y dejar de envidiar a los demás.”
El Árbol de los Deseos, con un brillo dorado, revirtió todos los deseos de Lucas. Sus patas volvieron a la normalidad, sus alas desaparecieron y su fuerza se normalizó. Lucas se sintió aliviado y, por primera vez en mucho tiempo, verdaderamente feliz.
De vuelta en el bosque, Lucas se disculpó con los otros animales y se reconcilió con ellos. Aprendió a apreciar sus propias cualidades y a dejar de compararse con los demás. Sofía la Cierva y Ana la Búho celebraron el cambio en Lucas, destacando la importancia de la gratitud y la autoaceptación.
Desde entonces, el bosque encantado vivió en armonía, y Lucas se convirtió en un ejemplo de cómo la envidia puede ser superada con gratitud y aprecio por lo que uno tiene.
Y así, todos vivieron felices, sabiendo que la verdadera felicidad está en ser uno mismo y en valorar lo que cada uno posee.
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